Only Lovers Left Alive: en la decadencia
Nos miramos como se miran los amantes en una noche de luna llena, con los ojos vacíos.
Miradas cómplices llenas de taimados recuerdos, repletas de decadencia.
Por varios siglos de nostalgia navegamos en la penumbra, escuchando las viejas notas de una aguja musical y leyendo la tinta de libros antiguos. Eran como héroes, pero yo no creo en ellos.
Sólo creo en la cuidada madera de una vieja guitarra, marca Gibson de 1905, en la sonoridad de su caja y en el amor eterno. También en la blancura casi transparente de tu piel.
Al menos por nuestras venas siguen fluyendo las historias de antaño, de leyendas con nombres propios de la cultura. Reminiscencias de lo que fuimos y ya nunca más seremos, hasta que otros más hermosos nos den el relevo de la sangre.
Si muero, no tendré más remedio que olvidar aquellos héroes, que ya no lo son.
Aquellas melodías de rock y psicodelia.
Nos encontraremos en viajes ilusorios nocturnos, entre aviones y modernidad en pleno proceso de derrumbe, leyendo a los poetas y narradores de cuentos terroríficos y versos envenenados en el corazón. Tú siempre tan romántica, yo tan siniestro.
Mis composiciones ya no suenan como antes, ahora prevalece la música enlatada en la televisión y en Youtube, y mi guitarra se queja, y los perseguidores zombis, roqueros me acorralan. Yo te amo, soy tu Adam y tú mi Eve. Por siempre.
Yo compuse con sobrenombres para los grandes, Schubert del engaño, tú soñaste en compañía de Marlowe en litigio con su sucesor relevante, transformados en reyes a los ojos de los hombres.
Como ha degenerado su especie, invadidos de guerras por el petróleo y ahora, por el agua que compone su cuerpo, su sangre descompuesta.
He compuesto una melodía y es fúnebre, como su final. Como el nuestro.
Somos los restos del esnobismo de siglos pasados, nos necesitamos para dormir con nuestros cuerpos entrelazados, como dos estrellas unidas por la misma ecuación, como las alas de una mariposa que provocan tsunamis en la otra parte del universo.
Somos magia, y lo que queda de ancianos sibaritas, bebiéndonos a sorbos la vida enlatada. Tal que drogadictos.
Dama blanca y rey negro de una partida de ajedrez que tú, siempre ganas. Porque me distraes en exceso, con tus sorbetes helados y tus palabras sobre el universo cuántico.
Tú eres Venus y yo soy Fausto, en tiempos inmortales que ya no volverán.
Las artes han fallecido en nuestras retinas, barrocos y románticos han desaparecido de las páginas y los discos de vinilo, de las carteleras de viejos cines enmohecidos, de viejas fotos de inventores, científicos o de Buster Keaton. Lord Byron era exceso, Shakespeare fagocitado por nuestro creador, pintores de lo moderno Baskiat o músicos mescaleros como Joe Strummer, me faltó el Kashmir de Led Zeppelin para ponerme en llamas.
Todos formarán parte del detritus que da alimento a los hongos venenosos. En eso se ha convertido esta sociedad humana.
Ahora, todo está contaminado, su existencia y la nuestra. Nos morimos, a no ser que una bala de resistente madera penetre en mi corazón no muerto, o en el tuyo. Somos muertos en la no vida, suicidas del tiempo. Ah, humanos... con vuestras estúpidas batallas y fanatismo por los rostros, seguidores idólatras del estrellato. Yo no tengo héroes.
Tras miles de kilómetros por el océano, te has acercado para susurrarme al fino oído, para bailar juntos tus canciones preferidas, quizás, para morir juntos. Por un mar de instrumentos, desde Tánger a Detroit, con escalas en París o Madrid, nos encontramos con tu familia. Sin embargo, las nuevas generaciones ya no tienen la templanza ni la paciencia, son Ava Gadner ávida de sexo y sangre. Y en esta habitación llena de recuerdos, notas de un maravilloso laúd árabe y el perfume de tu piel, contemplamos la muerte por falta de serenidad. La nueva generación nos devuelve la imagen distorsionada de nuestros cuerpos no reflejados en espejos.
Volvamos al origen, a África, consultemos a los maestros.
Pero, hay fatalidad, la muerte otra vez a la vuelta de la esquina. Todo lo invade, decadencia y desnaturalización. Yo que soy capaz de inventar medios alternativos de energía, me la succionan como vampiros de nosotros, los reales.
Has vuelto para recordarme lo grande que llegamos a ser, antes del comercio del mundo. El Ansia cinematográfica, el éxito discográfico, las letras falsas, o la sangre encapsulada.
Quieres vivir junto a mi sueño, catatónicos y embriagados, como si fuera la última noche de nuestras vidas, como estrellas que se apagan en el firmamento, como almas sin alimento.
Sólo nos queda cerrar los ojos y esperar el amanecer, entrelazados. Un nuevo día con sed.
A no ser que... ¡espera! Fuimos la realeza, lo que queda de ella, convirtamos la belleza en inmortal leyenda.
¡Qué continúe nuestra existencia! Luego muramos con la música en nuestras venas, si es menester.
¡Qué bella, Dalbegia Retusa!, resonancia entrelazada en el universo, como un gong gigantesco.
¿Cómo será su sonido?... Gota por gota, polvo al polvo de estrellas.
* The End ? *
Jim Jarmusch director de Ohio, a sus 61 años plantea una fábula sobre la decadencia humana, a través del universo de ficción de la Literatura y el cine. Es el gran creador, no un héroe.
Los actores se muestran moviéndose y declamando a sus anchas, por oscuras letras poéticas y sangrantes distopías, él es Tom Hiddleston, el oscuro. Ella, la vampira blanca Tilda Swinton. ¿Quién contaminó a quién no importa?
Pudo haber sido su jefe literario y sibarita máximo, en la piel de un John Hurt envejecido y carismático enfermo, ya no tan inmortal. Cambiando su sangre milenaria a la nueva generación representada por Mia Wasikowska. Y escoltados por dos suministradores de lujo, con Anton Yelchin y el doctor sanguíneo interpretado por Jeffrey Wright.
Simplemente un amor de película.
**** Muy Buena ****
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